Ser padre es sencillo (una mirada desde un padre primerizo)

Ser padre es sencillo, lo que resulta complicado, y nadie nos cuenta, es ser marido o pareja cuando tenemos un hijo.

En efecto ser padre es sencillo, lo que resulta complicado, y nadie nos cuenta, es ser marido o pareja cuando tenemos un hijo. ¿Cuántas parejas conocemos que se han separado al poco tiempo de ser padres? Seguramente todos tenemos algún ejemplo. Todo va bien, quieres a tu compañera, la amas y, generalmente, solo os falta un detalle para ser los más felices: aquella personita fruto de la unión de los dos, el niño o la niña. Y en efecto, la ilusión es máxima cuando nuestra pareja un día nos comunica, mediante el sutil acto de dejarnos encima de la mesa del comedor un pequeño aparato con forma de termómetro (que a muchos nos confundiría o nos pasaría desapercibido) y esperarnos, a la vuelta del trabajo, sentada en la silla con una gran sonrisa dibujada en la cara: "cariño, ¡estamos embarazados!". La alegría que supone esta frase, o alguna similar, para los futuros papás es indescriptible, cada uno la ha vivido a su manera, y supongo que todos los que hemos vivido un momento así lo recordamos como algo que hace que nuestras emociones empiecen "a bailar sin ton ni son". Estamos alegres y a la vez preocupados, puesto que delante nuestro está la prueba que ya nunca más todo será igual. Los primeros meses del embarazo todo va bien, hacemos fotografías a una barriguita que cada vez más va mostrando que algo está creciendo en su interior, empezamos las primeras compras para prepararnos y prepararlo todo para nuestro bebé, intentamos realizar las últimas actividades que podemos hacer con nuestra pareja sin que afecten al feto, etc. Cada uno vive estos primeros meses del embarazo a su manera, en mi caso casi no podía creerme lo que iba a suceder en breve (sí, en breve, porque aunque nueve meses parecen muchos, al final no sabes por qué pero han parecido solo tres meses de gestación), y por lo tanto vivía tranquilo, seguía con las mismas rutinas. Todo esto hasta que llega el primero de esos días que, aunque nos han avisado (médicos, madres, amigos, u otros) nosotros pensamos que no nos tocará, que nuestra chica, pareja, esposa y compañera es distinta, pero no es así. Llega la primera queja de aquella que hasta entonces veía en ti la perfección: "qué cara más grande tienes, tú sigues con tu vida, normal, haciendo deporte, tomando algo con nuestros amigos... mientras yo lo único que hago es engordar, ponerme fea, no poder disfrutar de una cena plenamente porque no puedo tomar ni un vasito de vino! ¡Ya no tengo ropa que me siente bien! ¡Y tú pasas de mí!" Cada uno lo habrá vivido a su manera, o con sus palabras, pero suele ir por ahí, ¿verdad? Pues bien, los síntomas de que todo no va a ser lo genial que esperábamos empiezan con alguna frase con la anterior. Y es que los sentimientos en la mujer están "a flor de piel". Dicen los expertos que se trata de la subida de hormonas. Pues bien, debido a esto empieza la labor de los futuros padres. Se trata de un trabajo personal de resistencia emocional y control de la conducta, pues nuestras compañeras empiezan a sentirse irritadas por muchas cosas, a veces ajenas a nosotros, pero aún así se da por hecho que deberíamos poder resolver sin que ellas nos lo pidieran (siempre según su opinión). Esta labor personal tiene que ir acorde con otra más importante aún, y que es la base de que la relación continúe con buen pie, el acompañamiento. Cuando hago referencia al acompañamiento, estoy hablando del soporte emocional que les damos a nuestras compañeras, al hecho de hacer uso de toda la empatía que podamos para que se sienta comprendida, amada y respetada. Tenemos que "situarnos en su piel" y comprender que están realizando un recorrido personal difícil, puesto que no solo su cuerpo se encuentra en un proceso constante de cambio, sino que también se están despertando en ella unos sentimientos que hasta el momento no conocía, el hecho de ser mamá. Ser padres nos cambia a todos, en las mejores de las situaciones, intentaremos cubrir todas las necesidades de nuestros hijos, pero para ellas, según conversaciones con varios padres primerizos, este sentimiento empieza antes que el niño o la niña nazcan, y para nosotros empieza una vez lo tenemos en brazos. Pues bien, la labor del padre, de acompañamiento y resistencia emocional, no termina una vez ha nacido el bebé. Esta tarea prevalece durante unos meses más, aproximadamente entre dos y tres meses más desde el nacimiento, que coincide con el período en que nuestras mamás primerizas empiezan a recuperarse de su trastorno hormonal, emocional, psíquico y físico; para finalmente recordar que también nos aman. Pero no todo es culpa de ellas, o de su metabolismo (no quisiera parecer machista con mis palabras, pues no es mi intención culpar a la mujer), los padres durante este período de readaptación vamos aprendiendo a colaborar más y más, tanto con el bebé, como con otras tareas del hogar, las cuales quizás hasta el momento estaban divididas de otra manera. Y durante este tiempo dejamos de ver la baja por maternidad como una suerte, y nos damos cuenta que ellas están agotadas y que nos necesitan más que nunca a su lado, pues atender esas necesidades primerizas de nuestros hijos y hijas no resulta sencillo, y puede ser estresante y agotador. En fin, debemos trabajar mucho personalmente para saber gestionar todo lo que está cambiando en nuestro alrededor. Pero como todo, tiene su recompensa, y ver esa carita que te sonríe al escuchar tu voz, e incluso deja de mamar para mirarte, no tiene precio alguno. Como tampoco lo tiene recobrar el amor que por algún tiempo pareció perdido con tu pareja. Y sin duda alguna, estas son las dos cosas más grandes que pueden pasarte como hombre, padre, amante y compañero.
Joan Homs i Peña
Psicólogo y padre primerizo (Joan, 4 meses)

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